¿Por dónde empiezo?

Tras tres semanas, solo tengo planes.

Las semanas empiezan a transcurrir, el primer mes se ha esfumado como agua entre los dedos, como duele revisar en retrospectiva el tiempo, duele dos veces, una por perderlo y otra por no darse cuenta, pero es algo que nos pasa a todos y lo interesante no es quedarse entre las culpas, es salir a encontrarse con la lección.

En ello pensaba un Justino ese martes por la mañana, sentado en el sexto piso de su oficina ubicada dentro de un coworking de la Ciudad de México, el enorme ventanal proporcionaba una vista impresionante del ir y venir de la ciudad, se quedó absorto distraído durante unos instantes inmerso dentro del monstruo de asfalto, carros, gente que desde lejos se veía como hormigas de un lado para otro, con mucha prisa y … mucha prisa, mucha prisa.

¡La economía de la atención!, se dijo regresando a la realidad, ahora lo tenía claro, era un CEO operativo, pero le faltaba entender a que rayos se referían con estrategia, era fácil seguirla cuándo alguien le decía por donde ir, al grado de creer que uno puede hacerlo solo, pero no es así, lo comprobaba del peor modo posible, con la responsabilidad a sus espaldas.

¿Pedir ayuda? – pensó de pronto – ¿No es un signo de debilidad? O peor de ¿incapacidad?, se frotó la cara con ambas manos mientras seguía viendo la ciudad por la ventana de la oficina, no podía darse estos lujos de perder el tiempo, así que hizo algo que siempre le funcionaba, salir a caminar para despejarse, y se dirigió a tomar un café a dos cuadras del edificio, se dirigió a la salida con la misión de encontrar el elevador y llegar al lobby del edificio, salir a mano izquierda y …

– Hola Diego! – dijo casi balbuceando, le tomó por sorpresa que su socio llegara, esto si que empeora las cosas y es probable que sea el peor momento, se dejo arrastrar por pensamientos negativos cuándo … como si leyera su mente, Diego respondió al saludo

– Hola Justino – Ah, de nuevo el tono formal lejos de ese intento de figura paternal que no le gustaba mucho, pensó Justino – no necesito preguntar ¿Cómo estás?, lo puedo saber y es probable que, si me esfuerzo, lo pueda notar – dijo en un tono un tanto sarcástico que no fue bien recibido por el CEO –

Un silencio largo e incomodo entre ambos, eso creyó Justino, por qué cuándo se volvió Diego no estaba, no supo en que momento salió de la oficina, luego de unos minutos el viejo Diego regresó, frotándose las manos con una actitud tan jovial que parecía que intercambiaron edades en un segundo, una sonrisa tan esplendida aunado a una mirada pícara que le traspasaba si ponía atención.

Diego, le comentó que bajó al estacionamiento por algo que se le había olvidado, era un regalo para su amigo y socio, se trataba de un libro muy gastado por lo que pudo observar, mientras lo sacaba de su mochila de piel toda gastada por los años, antes de entregarlo a Justino, como si no quisiera dejarlo ir le miro un espacio de tiempo, suspiró y le entregó el ejemplar, mientras le decía:

Es un libro que puedes encontrar en cualquier librería, pero este es especial, tiene anotaciones que he hecho a lo largo del tiempo, de mi aprendizaje y mis errores, por eso es especial, te lo presto, no te lo regalo, para que cuándo te sientas listo, compres el tuyo y anotes, y me regreses el mío, por favor

Justino no estaba de humor, menos para leer libros y sin compartir la emoción de su mentor, leyó en una pasta negra intensa con letras blancas: “El manual del buen CEO”, ese sentimiento antipático se esfumó para dar paso a una renovada sensación de curiosidad genuina, si Justino hubiera visto lo que el viejo experimento, es muy probable que no lo creería, por el reflejo de la ventana, Diego pudo ver una cara con una mueca de disgusto transformarse al abrir más los ojos que parecía que saltarían de sus cuencas, las manos le temblaban ahora al CEO, luego de leer el título del gastado libro, pero no terminó ahí, lo abrió y leyó algo que hizo regresar a Justino a darle un abrazo fuerte sin pensarlo a su socio, mientras decía:

– ¡Mil gracias, amigo!

Todo lo había provocado una nota inicial, escrita a juzgar por el color de la tinta, mucho tiempo atrás y decía:

La triple E: Estudia, Ejecuta y Enseña

El CEO murmuró lo que leyó, la triple E, Estudia, Ejecuta y Enseña, le hacía todo el sentido del mundo, y por ello abrazo a su amigo, ya repuesto de la emoción anotó:

– Es el camino que has seguido Diego, estudiaste, ejecutaste y me enseñaste – el viejo solo asintió con la cabeza –

Justino se dejó caer en su silla, no es que tomar asiento ¡no!, se dejó caer literal pensando solo en leer este magnífico ejemplar que tenía entre sus manos, pero Diego le interrumpió y le dijo

– Necesito que te compres estos libros

Y mientras Justino buscaba la libreta regalo de Diego, este esperó muy paciente viendo el ir y venir de los vecinos de oficina del coworking para decirle a su amigo, se notaba que solo era un pensamiento en voz alta

“Mucha gente se entretienen viendo el exterior desde sus oficinas, y miran el interior de vez en cuando, los avanzados saben que ambos forman parte del paisaje” – Diego

Justino lo encontró fascinante y apunto la frase en su libreta, para preguntar a su amigo

– ¿Cuándo podré ser tan sabio como tú amigo?, si pensarlo me explicas al cliente externo y al cliente interno, que debo tener una visión de contexto, que las partes del todo es lo que importa, que observar es parte de la ejecución

El viejo se volvió al joven CEO, no dijo nada solo subió los hombros en una señal de indiferencia

– ¿Estás listo para anotar?

– Sí Diego, dime ¿Qué libros debo comprar?

  1. “The Pumpkin Plan” de Mike Michalowicz
  2. “The E-Myth” de Michael Gerber
  3. “Anything You Want: 40 Lessons for a New Kind of Entrepreneur” de Derek Silver
  4. “The 4 Disciplines of Execution” de Sean Covey

Explicó el viejo que, una de las grandes lecciones que su mentor le dejó fue que no tenía que empezar reinventando la rueda, que todos los negocios tienen los mismos principios, viene modas, corrientes, que puedes o no adoptar, pero lo que importa es lo que perdura, me dio tres consejos dijo:

{Los tres consejos aparecerán solo en el libro, no tienen desperdicio alguno}

Estudiar te permitirá – le decía Diego a un atento Justino – conocer los modelos de un negocio simple, la base para crear algo sencillo pero fuerte, simple pero escalable, despacio pero firme, de nicho para conquistar otros nichos con una base conocida, pero para ello debes estudiar solo los libros que te recomendé, están probados lo que ofrecen y mira que cada uno tiene sus valiosos puntos, y le explicó uno a uno las lecciones de los libros, me parece que vale mucho la pena que dediquemos una historia por cada libro incluso.

Luego de terminar las explicaciones, el viejo Diego le dijo a Justino que Ejecutar lo estudiado era de vital importancia, poco importaba que leyera como desesperado, las cosas que de verdad importaban son las que se ejecutaban ya que pasaba a ser experiencia adquirida, y a su vez se podía enseñar para terminar de reforzar el conocimiento, tal era el ciclo de aprendizaje que de manera simple podía seguirse para disfrutar el camino.

Antes de que el buen Justino sacara conclusiones, el viejo se adelantó:

“Nada garantiza el éxito, pero si te puedo garantizar que disfrutes el viaje” – Diego

Justino estaba muy contento, Diego dijo que tenía que irse, pero antes quiso saber:

– ¿Ya tienes una idea de la propuesta de valor para nuestros futuros clientes, Justino?

– Consumidores, no clientes – corrigió a su socio

– Excelente, tienes razón, siempre de aprende algo nuevo, amigo – comentó un Diego muy complacido  

– Y sí, ya tengo una idea muy formal ahora estoy en el cómo llevarla a cabo

El silencio que siguió, sumado a un gesto de la cabeza de Diego incitó a Justino que diera mas detalles

– Por supuesto, disculpa Diego, la propuesta de valor tiene que ver con:

“Gestionar la incertidumbre a través de la continuidad del contacto útil” – Justino

– Me falta afinar la frase – se disculpó

– Entiendo socio, pero es potente, certera, le falta simplicidad, pero tiene muy buen cariz, felicidades ya tienes la piedra angular, a veces debes premiarte con reconocimiento de tus triunfos, hasta callar la voz del síndrome del impostor

Dio media vuelta y se fue, unos cuántos minutos más tarde regresó y Justino preguntó

– ¿Todo bien Diego?

– Si, amigo es que olvidé mi mochila vieja, pero compañera de muchas batallas, le tengo un aprecio especial como a mi libro, hasta luego socio

Justino, por alguna razón sospechó que el viejo que tenía una buena memoria y atención prodigiosa a los detalles, solo quería asegurarse como un rasgo de sus días de CEO que su aprendiz tenía atención total en el libro que le había prestado … pero se equivocó, aunque ese es tema de otra historia.

Autor: Héctor Ortega

Muchas gracias por leerme

Héctor Ortega

Laboró durante 10 años para una entidad financiera, como responsable de Banca Electrónica de 6 países, en 2014 fundó Hypertech una empresa dedicada a canales digitales para el sector financiero.
Fundador de Beernnovation: Una comunidad del sector financiero con más de 500 miembros para divulgación, podcast y la revista llamada Be Innovation

Y autor de los libros: “CEO de un NeoBank ¿Ahora que hago?” y “Una serie de preguntas incómodas” disponibles en Amazon

https://www.amazon.com/author/hctorortega