Un día con 60 años y otro con 20

Disfrutaba la fría mañana de ese diciembre, Justino había terminado de desayunar, se dirigía a la oficina, se subió al auto, pero sorpresa, ¡No encendió!, quizá la batería se descargó, no tenía tiempo para revisarlo, decidió pedir un auto por aplicación, estaba a cuatro minutos de su ubicación, al menos no llegaría tarde.

– Buen día – tenía por costumbre saludar de manera cortés

– Tenga usted, un excelente día señor – respondió el conductor, le hizo la mañana a Justino, prometía ser un trayecto ameno, estaba equivocado … – me llamo Jonás y lo llevaré a su destino en …  – leyó la dirección y el CEO asintió confirmando

– Justino, mucho gusto – el conductor era un hombre entrado en canas, pero jovial en sus maneras

El trayecto no tuvo contratiempos, Jonás era un gran conversador, platicaron del clima, del trabajo, del tráfico, la ciudad, de muchos temas triviales, luego un silencio invadió al CEO, un pensamiento cruzó por su cabeza, notó algo en la conducta de Jonás que no atinaba a descifrar que era, le hacía sentir cómodo, identificado sería un adjetivo más correcto, como si fuera un amigo de toda la vida, que cosa más extraña, nada tenía que ver la conversación, eran cosas triviales, ni su jovialidad, ni sus rasgos, no reconocía a nadie en sus maneras y sin embargo reconocía a muchas personas, que interesante … lo dejó pasar, asumió que era su imaginación.

Ante el silencio prolongado Jonás preguntó

– ¿Se encuentra bien, señor?

– Sí, todo bien, muchas gracias, me resultó usted familiar es todo – se arrepintió de comentar lo que pensaba, no era su costumbre

Jonás sonrió de manera enigmática, pero seguía siendo muy cordial

– Es natural, soy actor – fue toda su respuesta

– ¿Me está imitando? – su voz tenía cierta irritación

– Nunca, señor – y una amplia sonrisa iluminó el rostro del conductor – es empatía, para que ambos estemos cómodos trato de comportarme en todos los sentidos como un hombre de su edad … y su éxito

La pausa que hizo al final, con esa intención de enganchar una reflexión, le hizo sentir bien al CEO, Jonás era agradable e inteligente, quizá la última le daba más peso, pero no quiso reflexionar al respecto, en ese momento, tomó nota mental.

– Usted es jovial – añadió el conductor – se nota que tiene éxito y que es feliz, ¿Por qué debería yo estar triste?, si podemos ser felices en este breve momento que compartimos

– ¿A usted le gusta el reggaetón? – quiso saber Justino

– No señor, me parece que muchas letras no todas, no podemos generalizar, tienen connotación ofensiva para las mujeres

– ¿Y sí?, se encuentra con un pasajero que le agrade

– Me sumo a su manera de pensar, lo entiendo y trato de ser empático, que no me guste no quiere decir que no pueda poner atención y quizás cambiar de opinión

– ¿Me comparte su número de teléfono, por favor, Jonás?

A Justino, le pareció interesante la manera en que hacía su trabajo, una idea cruzó su mente, sacó su teléfono móvil y empezó a escribir para no olvidarla, y registró los datos de Jonás “El actor y conductor”

Vaya sorpresa, llegaron a la oficina, fue tan ameno el viaje que casi no notó el tiempo, poco antes de llegar, Jonás le dijo:

“Vivo momentos con 60 años y otros con 20” – Jonás

El CEO no dijo nada, de nueva cuenta tomó su teléfono ingresando la frase de Jonás, tenía una idea interesante en su cabeza, le había explotado la imaginación y creatividad con ese mensaje, se dispuso a bajar de la unidad, un rostro muy sonriente le miraba por la ventanilla del auto.

– Imposible no disfrutar su trabajo, ¿Cierto? – le dijo Justino mientras se enfilaba a su oficina

Por respuesta tuvo una carcajada sonora, llena de alegría y se alejó con suavidad y elegancia, como de esos viejos lobos de mar, que ya conocen el sentido de la vida, le recordó a su viejo amigo Diego.

Al pisar la entrada del edificio, el CEO llamó a una persona, pidió que en máximo veinte minutos tuvieran reunido al equipo de trabajo, tenía que hablar con toda la organización, era muy importante, no quería que faltara nadie.

Se arrepintió de entrar, la fría mañana antojaba un café de la esquina, su cafetería favorita, donde tantas conversaciones habían tenido lugar y algunas hasta en un libro estaban plasmadas, sonrió para sus adentros mientras recordaba a su buen amigo Héctor Ortega, le caía bien, aunque no le gustaba que insistiera en querer publicar todas las “charlas con Justino”, como ya la llamaba, odiaba que le preguntarán ¿Existe Justino? ¿Quién es? ¿Eres tú Héctor?, si supieran la verdad desnuda, no lo creerían, ¿Cómo no iba a existir?

– ¿Qué le sirvo, señor? – la voz lo hizo regresar de sus pensamientos

¿Qué es lo que me gusta?, se dijo para sus adentros, la chica que tenía enfrente era nueva en la cafetería, el dependiente usual ya sabía sin preguntar, ¿Por qué no tienen algo para los clientes habituales?, pensaba, otra idea que apuntar

– Un café con leche, más café que leche por favor – recordaba una experiencia al respecto

La chica no dijo nada, solo le cobró, se notaba que estaba de mal humor, apenas le entregaron la bebida que por cierto no siguieron sus instrucciones, se dirigió a la oficina, llegó antes de los veinte minutos que solicitó, estaban cerca de cuarenta personas reunidas, agradeció y dijo si más ni más

– ¿Les gusta su trabajo? Esperen, antes de responder, por favor, una pregunta más ¿Qué harían para que fuera versátil?

Añadió a manera de explicación

“La versatilidad en las labores cotidianas, le agregan felicidad” – Justino

Las personas en la reunión, al no tener el contexto completo solo se miraban unas a otras, el CEO dijo una frase más

“Si delegas la versatilidad de tu labor a terceros, no habrá labor que te haga feliz del todo y viceversa” – Justino

Un lenguaje corporal incómodo se notaba en la sala, hicieron un acuse personal de la frase, casi como un reproche del CEO, no era la intención, pero ese sentimiento encontrado de reclamo con interés en el mensaje daba pie a la incomodidad, cierta picazón de no sé dónde, les hacía importunar, por la incertidumbre y desconocimiento.

Les contó la historia de Jonás, mientras la narraba pensaba que su amigo de las “Charlas con Justino” estuviera aquí, seguro tomaría nota de cada palabra, para finalizar les dijo la frase final del conductor.

“Vivo momentos con 60 años y otros con 20” – Jonás

Martha, siempre atenta con interés genuino, sin temor a reconocerse ignorante, aunque fuera en público, actitud que mucho complacía al CEO, preguntó en su natural manera de ser

– ¿Y cómo es en la vida real, tener 60 y 20 años?, no entiendo como ejecutar, me interesa mucho, sin duda suma valor, es una gran apuesta, pero me dices ¿Qué hacer?, no logro ver el ¿Cómo hacer?

Justino, que hasta ese momento estaba de pie inmutable, hizo una mímica de quitarse el sombrero ante las preguntas de Martha, para luego responder

– Estamos construyendo una entidad financiera digital – Martha asintió de mala gana ante lo evidente – pero hemos hecho lo que la mayoría de la oferta del mercado actual

“Mimetizar la oferta confiando en las mejores prácticas, es un sesgo de la innovación”

Martha, solicitó que el CEO repitiera la frase, no lo hizo y solo se quedó mirándola a los ojos, Raúl un diseñador se puso de pie y la escribió en el pizarrón de la sala de juntas, Martha entendió el mensaje de su CEO, con un gesto de la cabeza, asintió con humildad, la lección sin palabras.

Leyeron la frase en voz alta, la incomodidad seguía creciendo, el cociente colectivo sabía que tenían algo importante por venir, pero como las películas de suspenso, no sabían que era, la intuición disparaba las alarmas, ¡Vaya momento!

El CEO les explicó que, en los siguientes veinte minutos, todas las personas deberían actuar como una persona de 60 años, detalló algunas cosas de contexto para elegir entre varios “personajes”, solo serían bloques de tiempo, pero su actuar sería lo más fiel a ese personaje durante ese tiempo, desde caminar, leer, usar anteojos, ir al baño, comer, lo que fuera en su vida cotidiana …

¿Y usar servicios financieros? – se escuchó una voz

En ese momento, la incomodidad como el clímax de las buenas historias, se esfumó poco a poco, dejando una lección a su paso, en retrospectiva dando el valor a la historia del conductor Jonás, a las preguntas del CEO, al planteamiento lleno de valor

¿Si tuviera 60 años, como sería usar esta aplicación que estamos construyendo?

Raúl no preguntó, solo se dirigió al pizarrón y empezó a escribir preguntas, el grupo se sumó a la iniciativa, para plantear hipótesis antes de realizar el ejercicio, la incomodidad volvió, pero de manera distinta, ahora envuelta en cierta vergüenza por lo que ya tenían como certeza y ahora navegaba en la intensidad de la duda, frente a la prueba de ácido.

¡Maldita sea, si tuviera 60 años no lograría leer el contrato de términos y condiciones con ese tamaño de letra!

Las miradas buscaron al unísono de donde provenían esas palabras, la voz les era muy familiar, pero costaba trabajo encajarlas en la persona que creían, vaya, si era cierto, era la joven abogada siempre muy formal, propia, correcta, ahora no correspondía con su lenguaje de siempre, pero cuánta razón tenía, asintieron como grupo en su afirmación, ella les miró como diciendo “Es una observación, no una postura”, quizá lo dijo

– ¡Si tuviera 20!, me encantaría – dijo otra voz

– ¿Estás seguro? – cuestionó otra persona

– Claro, tiene buenos colores, es simple, fácil de usar con una sola mano, es agradable

– De forma, no de fondo

– No coincido – reviró

Las miradas del grupo como si fuera un partido de tenis, iban de un lado a otro, dependiendo quién tomaba la palabra, lindo espectáculo esa mañana

– Si fueras un joven de 20 años ¿Entiendes que es crédito revolvente? ¿Saldo salvo buen cobro? ¿Intereses moratorios?

Algunas personas, cerraron fuerte los ojos echando rápido la cabeza hacia atrás, en una expresión de ¡Vaya error que hemos cometido!, no tomaron partido de ningún bando, se sumaron al hallazgo, cruel hallazgo de un error provocado por la ceguera de taller.

Martha, líder natural se plantó frente al grupo, regreso el ademán de quitarse el sombrero frente al CEO, para acto seguido decirle al grupo

– Tengo un cronómetro, propongo que, durante 1 horas, un bloque de personas, seamos adultos mayores o jóvenes de veinte años, para luego cambiar de roles, tratando de ser lo más fiel posible, para compartir lo aprendido en retrospectiva, les parece sí …

Justino se alejó con una sonrisa de satisfacción en el rostro para hacer una llamada, mientras Martha daba instrucciones al grupo

– Hola, ¿Jonás?, necesito un favor …

***********************

Ya puedes comprar mi libro en Amazon ¿En qué negocio estamos?