El tiburón que te acecha

– Hola, buen día, ¿Me puedo sentar?

Justino alzó la vista, era un hombre de unos sesenta años, un cabello gris bien peinado, jovial en sus maneras, vestido muy pulcro y elegante, le miro extrañado, con la mirada recorrió el lugar, no se había percatado que la cafetería estaba llena, no había ni un solo lugar disponible.

– Es que no hay lugar, si te molesta no pasa nada – dijo el caballero

– No, por favor – se disculpó Justino, al notar que era el único que estaba solo en una mesa, la petición de señor no era descabellada – adelante, siéntese por favor

– Gracias, me llamo Jacinto Hebreo – Justino sonrió – sé que es raro, pero es real, así me llamo

– Un placer, soy Justino …

– Un placer – dijo el hombre, antes que el CEO diera su apellido – estaré leyendo el periódico, a menos que … – hizo una pausa esperando la pregunta obligada –

– ¿A menos qué?

– Quieras platicar, por supuesto – dijo con una gran sonrisa – me gusta platicar con las personas, aunque entiendo que no a todos, a veces queremos estar solos con nuestros pensamientos

– Perfecto, me gusta platicar también – Justino dejó su celular que lo tenía entretenido, se dispuso a tener unos minutos con este personaje y luego retirarse

Luego de las típicas presentaciones, temas aislados y otras cosas sin importancia, Jacinto sacó una libreta de piel muy elegante con un tiburón en la portada, donde Justino pudo leer:

“Pon un tiburón en tu vida”

– Hermosa libreta – dijo para seguir la conversación, a Justino le agradaba escribir a mano, tenía un tesoro en la libreta que Diego, su mentor le había regalado – me gusta el diseño

Jacinto le acercó la libreta, el forro al tacto era toda una experiencia, Justino cerró los ojos casi por instinto mientras la yema de sus dedos repasaba al tiburón que en un relieve tenía grabado, la experiencia sensorial fue maravillosa.

– ¿Tienes un tiburón en tu vida? – preguntó Jacinto

Justino conocía el relato de los peces japoneses y el tiburón, que en resumen a la población japonesa le gustaba mucho el pescado fresco, pero con el tiempo tenían que ir mar adentro, con la consecuencia de perder ese sabor y frescura.

Intentaron meter los peces en un estanque, pero se aburrían ya que dejaban de moverse como en su hábitat natural, su sabor no era el mismo.

Luego de muchos intentos, ¡Pusieron un tiburón en el estanque!, los peces no podían estar en paz, entonces unos claro que se los comía el tiburón, pero los que sobrevivían tenían el sabor como si estuvieran en su hábitat natural, por la movilidad y sentido de alerta durante el viaje.

¿Un tiburón en mi vida?, le gustó el concepto, no preguntó si hablaban de lo mismo, asumió que sí, el relato era interesante y muy didáctico, pero, no se le había ocurrido vivir con esa zozobra, no le parecía muy sano.

Jacinto era perspicaz, los años encima no estaban de balde, su experiencia y lectura de lenguaje corporal, indicó que su interlocutor conocía el relato y sabía de que hablaba, por la manera en que frunció el entrecejo, podía presumir que no lo había considerado de este modo, se aventuró a preguntar.

– ¿No lo habías visto de ese modo? supongo, pero mira, el tiburón en mi vida es, el cáncer.

Le narró la historia de como no podía salir de la cama, a causa de un cáncer en la garganta, no logró hablar en poco más de un año, ahora iba por la vida tratando de platicar con personas desconocidas, aprovechando cada momento con la voz que podía usar, su tiburón podía regresar y acabar con todo, era parte de su vida, así lo veía, con cariño y respeto.

– Está claro que, para todos nosotros, debía ser la muerte nuestro tiburón – dijo Jacinto en tono de sabiduría, como la que Diego usaba en no pocas ocasiones – pero lo damos por hecho, preferimos pensar que no pasará nunca, es mejor para tener continuidad

Justino escuchaba muy atento

– Creo que te estoy aburriendo, cambiemos de tema, anda …

– En realidad Jacinto, me has hecho reflexionar y estoy pensando en algo más trivial y banal, pero importante para mí

– Si es importante para ti, no es trivial ni banal, solo es importante – corrigió muy suave Jacinto –

Justino le dijo que se quedó pensando en: ¿Cuál sería el tiburón que necesitaba su organización?, es decir, ese elemento que está acechando todo el tiempo, es su naturaleza por eso lo hace, debe alimentarse y la consecuencia es que eres el alimento, él no lo puede evitar y tú no lo puedes impedir, es el juego.

“El tiburón en su naturaleza ataca, el riesgo se parece, pero no es igual, espera paciente en las sombras, el riesgo lo gestionamos, del tiburón sobrevivimos” – Justino

Apunto en su libreta la frase anterior, Jacinto solo aprecio el forro negro, la pluma fuente y la escritura con tanta delicadeza del CEO, la caligrafía muy aceptable sin llegar a ser magnifica.

– ¿Cómo podría saber quién o qué es el tiburón en mi organización? – pregunto Justino, ante un Jacinto anonado, que solo se encogió de hombros, negando conocer la respuesta.

Con esa frase repitiendo una y otra vez, como poseído el CEO se levantó sin despedirse, murmurando se dirigió a la salida del café, así llegó sin hacer caso a nadie que se le cruzara, hasta su oficina, apunto la frase en el pizarrón con letras grandes.

¿Quién por su naturaleza, quiere aniquilarnos? ¿Quién es nuestro tiburón?

Semanas pasaron, la respuesta no llegaba, el CEO ahora paciente no desesperaba, sabía que era un tema de paciencia, debía estar alerta todo el tiempo, observar y alerta a las señales del mundo, muchos temas los había resuelto así.

Pasaron seis meses, otro mes vino y otro más, hasta sumar más de un año, el CEO no desesperaba, muchas veces preguntó y no tenía la respuesta adecuada, las reglas eran simples, debía cubrir todas las características, no podía faltar ninguna:

  • Su naturaleza y sobrevivencia están condicionadas con la muerte de esta organización
  • Debe acechar a su organización todo el tiempo, es su naturaleza
  • No se detiene, aunque quiera no puede hacerlo

Trabo una gran amistad con Jacinto, una vez a la semana platicaban de diversos temas, Jacinto dijo que era músico y no pocas veces le invito a escucharle en un lugar de jazz, era divertido y con mucha experiencia, varias de las lecciones de músico sirvieron para crear otras tantas estrategias, pero es tema de otras historias.

El tiempo seguía su marcha, la respuesta no aparecía por ninguna parte, se acercaba un fin de semana largo, decidió tomarse un día más para llevar a su familia a pasear y descansar, podía darse ese lujo, para eso era emprendedor, así lo hizo.

Los niños quisieron ir a volar en parapente, eran niños muy arriesgados y Justino les complació, se fueron a un lugar apto para esta actividad por las montañas y aires, disfrutaron mucho la experiencia, tomaron fotos y video, tardaron varios días hablando de lo mismo, tal fue el éxito.

En el último día de la aventura surgió algo que hizo que encontrará la respuesta.

{Aquí te dejo la reflexión, hay respuestas diversas, la propuesta aparecerá en el libro, es solo una alternativa, puedes tener otras que son válidas para el tiburón en la vida de una organización, algo que si te puedo compartir es que un buen enfoque es: Debe ser un depredador natural, eso ayuda}

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¡El tiburón … no existe!

Y apenas lo dijo, así sin preámbulo estalló en una carcajada, esa era la respuesta y estuvo todo el tiempo frente a sus ojos, su esposa sabía que debía tener un fondo importante, eso no quería decir por ningún motivo que se rendía, no era su esposo así, tenía razón, le conocía de sobra.

La explicación que le dio su esposo resultó brillante, útil y efectiva.

{La explicación aparecerá en el libro ¿Puedes adivinar?}

Una vez que tuvieron delineada la estrategia, tomo prestada la estrategia de Erika la gestora de proyectos con su campaña de promoción con playeras, un evento y toda la expectativa que generó.

No perdió el tiempo, le contó a Erika los detalles y secretos de la estrategia, no quería experimentar, no tenía tiempo, Erika era experta ya lo había demostrado, encantada estuvo de acuerdo para apoyarle, solo dijo una cosa.

“Si quieres que hablen de tu estrategia, debes generar incertidumbre” – Erika

Justino siempre decía lo contrario de algún modo, gestionar la incertidumbre, pero Erika tenía razón, para que el tiburón saliera de donde estaba acechando por naturaleza, buscando acabar con la organización para sobrevivir, sin descanso ni tregua … la incertidumbre debía aparecer primero.