A un paso lento iba cruzando la calle, los audífonos debían mandarle una canción muy buena pues tarareaba con susurros, en la mano derecha un café, tenía unos cuarenta y siete años quizá menos, delgado y con el cabello muy corto.
– ¿Sabes quién es? – me preguntó la persona que tenía a mi lado, no sabía ni quién era mi interlocutor, estábamos frente a las torres de la sede central de un banco muy importante
– No tengo idea – respondí, con una mueca mostrando total desinterés – ¿Debería saber?
– Es … – hizo una pausa teatral – … Carlos Galaviz
Debo confesar que me daba igual, si me decía Juan Pérez o Rodolfo el reno, no significaba nada ese nombre, pero la persona que lo dijo estaba tan emocionada, como si viera a su artista favorito. Se alejó de mi lado para pedirle un autógrafo, así como lo lees, le pidió un autógrafo, el personaje se notaba que estaba acostumbrado a estos momentos, sonrió con amabilidad y firmó la camisa blanca del joven.
Me quedé ahí, esperando al joven para saber quién era ese misterioso Carlos Galaviz, pero solo hizo un además de despedida y se perdió en la entrada al banco, platicando muy emocionado con su héroe.
– Hola amigo, perdona la tardanza – era mi socio Gustavo, a él lo estaba esperando, estábamos a punto de entrar a la torre a presentar un proyecto
– No te preocupes amigo ¿Todo bien?
– Si, todo bien, el tráfico natural de la ciudad, ya sabes
– Claro, oye amigo ¿Conoces a un Carlos Galaviz?
– No ¿Debería?
Encogí los hombros en señal de negativa, restando importancia a mi pregunta.
– Vamos Gustavo, se hace tarde, entremos
La reunión fue todo un éxito, estábamos en un piso importante de la torre con tomadores de decisiones, era una reunión crucial, a punto de terminar la junta, conclusiones y apretones de manos sucedían, la puerta de cristal de la sala de juntas se abrió
– ¡Carlos Galaviz! – casi al unísono dijeron tres personas de la reunión, Gustavo y yo nos miramos interesados en el personaje
– Hola, disculpen – dijo el tal Carlos Galaviz, quitándose los audífonos de los oídos y buscando un cesto de basura para el vaso de su café vacío – me distraje y pensé que estaba sola la sala
– Por favor, dijo el líder del equipo, es más, un favor – dirigiéndose a Gustavo y a mí – ¿Pueden presentar un resumen a Carlos Galaviz?
¿Por qué todo el mundo le dice su nombre completo? – pensé, es raro –
– Claro, con mucho gusto – mientras ya estábamos desembolsando las laptops para hacer la presentación, otra vez, es nuestro trabajo, estamos acostumbrados y lo disfrutamos –
Un breve resumen ante un atento Carlos Galaviz, que asentía de vez en vez, entrecerraba los ojos para atender mejor, se balanceaba en la silla y movía la cabeza de lado.
Terminamos la presentación, algo curioso ocurrió, todas las miradas de los tomadores de decisión estaban sobre Carlos Galaviz, como esperando su opinión o punto de vista, no se dio por enterado, solo nos miraba muy atento casi hipnótico, por fin se puso de pie, las miradas le seguían mientras caminaba al ventanal con el hermoso paisaje de Reforma y una luz de mediodía espectacular.
Se volvió hacia nosotros y dijo con una voz apenas audible, casi con cierta vergüenza.
– ¿Puedo hacer una sola pregunta?, por favor
– Por supuesto, Señor Galaviz – respondí de manera inmediata
– Carlos Galaviz, por favor, no me gusta que me llamen señor, si no te molesta, claro
Lo dijo con naturalidad, pero la firmeza del comentario, aunque cálido no dejaba dudas del mandato, sonreí y repetí para su convencimiento
– Puedes hacer las preguntas que sean necesarias, Carlos Galaviz, es importante tener certeza – rematé, buscando recuperarme –
Agradeció con un gesto de la cabeza, mientras buscaba en su mente las palabras adecuadas
– Es solo una pregunta – dijo Carlos Galaviz, mientras se acercaba a su silla con la total intención de sentarse, una vez hecha la pregunta esperando la respuesta con total calma, muy en su papel de dueño de la situación
Gustavo y yo, en total ascuas esperando la “pregunta”, luego de un silencio que nos pareció eterno, ya que toda la junta enmudeció atenta a la curiosidad del personaje en cuestión
– ¿Existe alguna garantía de un sentimiento?
– ¿Disculpa? – se adelantó mi socio Gustavo, mucho mas sociable y extrovertido que yo, no tuvo reparo en decir que no entendía la pregunta
El día siguió su curso, salimos de la torre a tomar un café sin cruzar palabra desde los elevadores hasta el lugar donde siempre íbamos luego de una reunión, ordenamos dos cafés americanos y nos dejamos caer en los sillones, mientras nos distraíamos con los transeúntes, degustando el café para tener ocupada la boca que se negaba a comentar nada.
Pasaron casi veinte minutos, un suspiro de mi parte hizo que mi socio Gustavo dijera.
– Ya busqué en Google, pero no está este Carlos Galaviz amigo
– Hice lo propio hace un rato – repliqué – tampoco tuve suerte, pregunté a varios amigos y tuve una sorpresa, si que lo conocen, pero no por su nombre, más bien por su apodo
– ¿Tiene apodo? ¿Cuál es? – quiso saber Gustavo
– Le dicen “El ministro”, Carlos Galaviz el ministro – repetí
Mi socio y gran amigo, luego de la reunión nada tenía que decir, pero Gustavo siempre es muy asertivo, es una persona muy reflexiva y siempre tiene un comentario acertado, esta vez no fue la excepción
– Está lleno de “asuntos”, ahora lo entiendo – mientras perdía su mirada en el horizonte lleno de autos y ruidos de ciudad, respeté su reflexión enfocando mi atención total al liquido negro de la taza
En la reunión, el tal Carlos Galaviz el ministro resultó ser una leyenda en el sector financiero, las organizaciones contrataban sus servicios para una sola cosa:
Eso me dijo un amigo CEO de un Banco, le conocía bien era su asesor principal, te confieso que si no hubiésemos estado en esa junta creería que era un vil mito inventado por alguien, o que quizá exageraban la capacidad de una persona.
Es muy probable que ahora que me lees, puedas decir que he perdido “el toque”, no significa nada esa frase de atender asuntos es ridícula llamarle a alguien “ministro”, te entiendo perfecto y dame unas líneas más para explicarte, seré breve.
Estaba a punto de darte las lecciones que nos compartió Carlos Galaviz, pero me arrepentí apenas lo pensé, quedará un mejor recuerdo de estos minutos que me dedicas con una anécdota que me contaron de él.
Había un Banco que quería ser Fintech, era el sueño del CEO desde que leyó algo en un periódico, le contagio a todo el mundo esa necesidad y volcó la organización de cabeza para lograrlo, en su camino alguien le habló de un tal Carlos Galaviz que no perdía nada con recibirle, lo hizo en el afán de avanzar para convertir su entidad financiera en una Fintech o NeoBank, se empezaba a perder en los conceptos, solo sabía que se tenía que subir a la ola o pondría en riesgo su negocio.
Carlos Galaviz llegó esa mañana con el CEO y pido algo inusual, solicito que le diera permiso de recorrer las instalaciones sin compañía alguna durante una hora, vagaría por los pasillos de la organización, muy extrañado el CEO aceptó.
La hora se cumplió y Carlos Galaviz café en mano entró a la oficina del CEO, estaba en una llamada importante así que espero viendo el paisaje, apenas terminó el CEO y antes de que preguntara nada, le dijo que, si por favor le podía acompañar a visitar las instalaciones del banco, sugirió que no aceptaría un no por respuesta, les tomaría entre veinte y treinta minutos de su tiempo, con una sola condición adicional, debía poner su teléfono en modo avión.
Debió ser lo raro de la petición, la agudeza o las maneras de Carlos Galaviz que lo convencieron hizo el recorrido, pero antes pregunto, si debía enfocarse en algo en particular, le gustaba tener dirección y sentido todo el tiempo, Carlos Galaviz dijo que no, era un paseo que lo disfrutara sería la única intención.
No tardaron treinta minutos, el recorrido lo alargó el CEO durante tres horas sin volver a su teléfono móvil ni un segundo, quería ver más, pero Carlos Galaviz le detuvo, dijo que era suficiente, se detuvieron en un pasillo donde estaban dos sillones en una sala de espera, el CEO se dejó caer en uno de ellos.
¡Me ocuparé de tus asuntos! – le dijo fuerte y claro, mientras ponía una mano en el hombro del abatido CEO
¿Qué descubrió el CEO?
Carlos Galaviz dijo tres comentarios en todo el trayecto, antes de iniciar el recorrido dijo que hacía la gente cuándo él hizo el recorrido, para que el CEO viera que hacían cuándo él recorría los pasillos, dos veces más y luego pidió que si podía adivinar para los siguientes que cambio surgiría su presencia.
¡No hay conversaciones conmigo, solo hay mandatos! – reconoció alterado
Es solo la punta del iceberg – confirmó Carlos Galaviz – es más que la cultura, son asuntos y deben atenderse, para eso estoy aquí
En la reunión, el mítico personaje nos preguntó: ¿Existe alguna garantía de un sentimiento?
El ministro de asuntos se refería a que no bastaba con la experiencia ni el diseño, la utilidad la dio por una gran apuesta, pero faltaba el ingrediente que amalgama todo: ¿Qué te hace sentir? Por ello pregunto si un “asunto” era la garantía del sentimiento.
Me tardé un poco en entenderlo, pero Gustavo ayudó mucho en ello, se refería a que debíamos tener un mito que presentará un sentimiento, luego debíamos acercarnos lo más que pudiéramos por cerrar la brecha.
– ¡Espera Justino – le dije a mi amigo, quién me estaba contando esta historia y algo no me quedaba claro – ¿Existe el tal Carlos Galaviz? –
Justino no me hizo caso, me dijo que quizá me ayudaría la conclusión de la historia como una frase
– ¿Y qué tiene que ver con lo que haces ahora? – quise saber
– Mi amigo – dijo lento el CEO – es una estrategia, estamos creando con gente experta un mito de nuestro servicio, para que te haga sentir tan bien que quieras probarla de manera inmediata, nuestro reto es cerrar la brecha con el mito a un grado aceptable
– Eso es mucho riesgo, puedes quedar lejos
– Si claro, pero tenemos una estrategia que centra un solo sentimiento y no saldremos hasta tenerlo cubierto, como control de calidad extremo, las aristas pueden fallar mientras el centro las atraiga
– No te entendí nada, amigo
Rio tan fuerte que casi se ahoga y me explico a detalle … pero creo que tú que me lees a diferencia mía, no necesitas más explicación.
Muchas gracias por leerme