¿A quién escuchas? – Parte 1 de 2

Le costó mucho trabajo levantarse ese día, no era normal, sus días estaban llenos de energía por lo regular, excepto ese martes, no sentía malestar físico, solo una deuda consigo mismo.

Reflexivo durante el desayuno, su esposa le conocía bien, nada dijo, lo dejó estar y ser, aunque sabía que ese comportamiento tendría consecuencias, debía superarlo para luego explicarlo, tal era el proceso en su relación, les funcionaba, los casi quince años de casados lo validaban.

Casi cuatro años como CEO de una empresa de servicios financieros, decían que era exitoso, otros que era de esas personas que poca gente había visto, le halagaban todo el tiempo, al inicio no hacían mucha mella en su quehacer (los halagos), poco a poco fueron en aumento, ayer lunes sintió que podía conquistar al mundo, que estaba directo al salón de la fama de los CEO (si hubiera), pero como si fuera una resaca moral, hoy sentía angustia, no era el mismo.

¿Qué me pasa?, pensaba el ejecutivo

La vida, el quehacer, la operación, esa voz interior tal vez, no le importaba mucho, pero tenía claro lo que necesitaba, AYUDA, mucha ayuda profesional, camino al trabajo busco el número de su asistente, apenas respondió, él cambió el tema, era demasiado personal y le dio indicaciones para la semana.

Le pidió a su chofer que se desviara, no iría a la oficina esa mañana, decidió caminar por paseo de la Reforma, le gustaba mucho y muchas veces le tranquilizaba una caminata, se sentó en una cafetería mientras observaba el barullo de gente, un ir y venir, ensimismados en sus teléfonos, en conversaciones, el personas tomadas de la mano, conductores agobiados por ir tarde a su destino.

Solo veía sin observar, lanzó un suspiro, cuándo una alarma le recordó que la caminata tendría que esperar, ni hablar, las obligaciones son primero.

Distraído se levantó de la silla, chocando contra una persona, le derramó el café en su inmaculada camisa blanca.

– Perdón – balbuceo